viernes, 12 de abril de 2019

Libertad.

Esto no va de diabetes. O todo lo contrario.

Cuando uno tiene una enfermedad demandante, imperativa y furiosa, no hay mucho espacio para hacerse el loquito y tirarse a rebelde. Ella gana y te morís. 


Dirían que ante este panorama no hay opciones, pero si las hay. Aceptando las consecuencias de nuestras decisiones, todos tenemos opciones.

En lo que respecta a familia y salud, mi decisión es hacer todo lo posible para que todo ande bien o cerca del bien. (Y no, no es fácil, ya lo he dicho varias veces, es una mierda, pero el otro camino es menos alentador...)

En algunas cosas cotidianas, tonteras, a veces dejo que el azar decida... que la entropía del universo se encargue (la misma entropía que decidió que yo tenga diabetes. Funny).

Y aquí va un caso:

A veces tengo varias cosas que hacer, lugares a los que tengo que ir: al correo a despachar una carta, llevar ropa a la lavandería, cortarme el pelo.

Y varias veces no tengo ganas o tengo sueño o estoy cansada y quiero llegar a mi casa (después de 10 horas de trabajo) a ponerme las pantuflas y tomar unos mates.

Entonces el azar hace de la suya y digo, en la parada del autobús: - el primero que llegue, lo tomo y según eso es lo que hago. 

Si hubiese llegado primero X, hubiese ido al correo.
Si hubiese llegado primero Y, hubiese ido a la lavandería.
Si llegó primero Z, estoy en casa tomando mates en pantuflas y escribiendo este post.

Son mis grados de libertad, mis permitidos en una vida "normal" llena de rutinas, reglas, pautas y pasos que seguir.


Y ustedes, ¿dónde son Elsa?